CARMEN LORÉFICE
Madre de Plaza de Mayo - Línea Fundadora
Carmen Loréfice es la mamá de Jorge Aggio, detenido-desaparecido el 31 de julio de 1976. Jorge nació el 15 de enero de 1947, en la Ciudad de Buenos Aires. De niño se destacaba por su capacidad de aprendizaje. Realizó los estudios primarios en el Instituto Bernasconi y el secundario en el prestigioso Colegio Nacional Buenos Aires. Posteriormente, estudió Analista de Sistemas en la Universidad de Buenos Aires.
En 1976, estaba casado, tenía dos hijos –un niño y una niña– y trabajaba en un cargo jerárquico en una empresa americana. Fue elegido como delegado sindical por sus compañeros. El 31 de julio de 1976, a la edad de veintinueve años, es secuestrado transformándose en una de las 30.000 víctimas del terrorismo de Estado.
A partir de ese momento, Carmen inicia un largo camino por la Verdad y la Justicia, formando parte del grupo de Madres de Plaza de Mayo. En 2010, el grupo de Antropología Forense logró identificar los restos de Jorge y reconstruir su destino. Fue ahí cuando pudo constatar que Jorge fue una de las treinta víctimas de la Masacre de Fátima, hecho ocurrido entre el 19 y el 20 de agosto de 1976.
A pesar de haber encontrado la verdad en su historia, Carmen continúa su accionar junto a Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora, transmitiendo con el amor y la dulzura de una madre la trayectoria de su hijo: ‘Hablar de mi hijo es cosa de todos los días. Es el recuerdo permanente, es el dolor permanente, es sentir su falta. Es ponerme contenta cuando está en la foto y después lo veo diluirse... se va. Hablar de mi hijo me da alegría. Todos los recuerdos que tengo de mi hijo son buenos, desde que era así chiquitito hasta que se lo llevaron’.
Soy una Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Voy a detallar los momentos más terribles que en la vida me tocó vivir, como es la tremenda pérdida de un hijo. Los momentos más crueles que una madre nunca podrá sobrellevar, ni olvidar. La angustia sumada al llanto cuando me enteré de que mi querido hijo había desaparecido. No entendía nada, hasta que me despierto a la realidad. A pesar del tiempo transcurrido, siempre me invade esa angustia de madre a la que le falta su hijo. Ese hijo que era el orgullo de su mamá, que a los 23 años ya era analista de métodos y sistemas. Estaba casado, tenía dos hijos, era todo amor y ternura, Carmen Loréfice.
LA HISTORIA DE CARMEN
Carmen Loréfice es una de las Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora quien dejó de ser tan sólo un ama de casa y mamá, luego de la desaparición de su hijo, Jorge Enrique Aggio el 31 de julio de 1976.
Era una ama de casa que tenía sus hijos que estudiaban. Era un hogar común y no sabía lo que quería decir la palabra desaparecido porque no la conocía. No se sabía nada todavía. Los medios de comunicación no decían nada. Hasta que un día, veo a mi marido en mi casa muy temprano, como que no había ido a trabajar. Le pregunto qué le pasaba, si teníamos visitas… Pero no sabía cómo decírmelo. No se animaba porque yo ya había tenido un problema del corazón. ¿Cómo le explicaba a una mamá que el hijo no estaba y que no sabía dónde estaba?
Mi hijo hacía cuatro o cinco días que no se presentaba al trabajo, no se presentaba en su casa. Él ya era padre y tenía dos hijos y ellos sabían lo que pasaba con el papá, la que no sabía nada era yo. Y esperaron un poco a ver si aparecía pero como no aparecía y yo preguntaba mucho por él –porque él me llamaba todos los días por teléfono– me lo tuvieron que decir a la fuerza. Ahí caí enferma como una semana y un día no sé qué me pasó pero dije ‘me voy a levantar’. Porque en algún lado tenía que estar y yo tenía que buscarlo. Fue ahí cuando me dijeron ‘no, mamá, está desaparecido’. ¿Cómo desaparecido? ¿Quién conocía esa palabra? Ninguno. Porque en ninguna parte del mundo se conocía la palabra ‘desaparecido’.
Y así empezó mi lucha. Íbamos al Ministerio del Interior y ahí sigo conociendo a algunas madres que estaban, como yo, desesperadas buscando a sus hijos. Y empezamos: ¿qué hacemos, qué no hacemos? Y un día nos empezamos a reunir, así fue como empezamos con nuestra presidenta Azucena Villaflor a quien después secuestraron y mataron. Otro día dijimos ‘vamos a ponernos algo en la cabeza que nos identifique, que demuestre que somos alguien en la plaza, algo tenemos que hacer’. Bueno… alguna buscó un pañal de su hijo, otra un pañuelo, no eran estos pañuelos, era solamente, algo blanco en la cabeza. Cada vez éramos más, dábamos la vuelta a la pirámide. Y así empezó nuestra lucha pero no fue fácil.
Con sus 85 años, la lucha de Carmen permanece intacta y continúa soñando con una sociedad más justa y sin olvidos.
Hace tantos años que estamos luchando. Ahora estamos juzgando a los criminales. Y algunos ya tienen su condena, otros no. Porque queremos para ellos cadena perpetua en cárcel común. Por eso es que estamos luchando. Y lo seguiremos haciendo hasta que nos dé la fuerza (...) Y vamos a seguir luchando para que ustedes vivan mejor y para que esto nunca más se vuelva a repetir.
RECORDANDO A SU HIJO JORGE ‘PICHE’
La infancia y la adolescencia
Le decíamos Piche. El padre se lo puso de chiquito. Creció y le quedó Piche, pero después cuando era más grande, venían los compañeros de la facultad o del colegio y a él le daba vergüenza. Entonces nosotros dijimos: ‘No le vamos a decir más Piche, lo vamos a llamar Jorge’. Pero para mí siguió siendo Piche, mi Piche.
Para un día de reyes le regalamos una guitarrita chiquitita. A partir de ahí, estaba todo el día, todo el día, no terminaba nunca con su guitarrita. Él hizo guitarra de chico y de grande aprendió sin ir a ningún profesor. Él iba a todos los recitales de Los Chalchaleros y después cantaba con su guitarra igual que Los Chalchaleros porque tenía una voz privilegiada. Y cantaba en las fiestas, en todos lados. Eso sí, nunca dejó sus estudios...
Una vez el maestro de él me mandó a llamar, cuando terminó 6º grado en el Bernasconi. Yo le pregunté si había hecho algo malo y me dijo ‘No, yo la llamo porque le quiero dar un consejo, y la verdad que se lo doy con todo el corazón porque yo no acostumbro llamar a la mamá de mis alumnos, pero este chico se lo merece. Usted tiene que mandarlo al mejor colegio o institución que haya acá en Buenos Aires, porque tiene una mente privilegiada’. Yo le dije que no conocía ninguna institución, que ni sabía dónde mandarlo. ‘Bueno, haga una cosa, pregúntele si quiere ir al liceo militar o si no mándelo al Colegio Nacional Buenos Aires’. Y un día le digo ‘Vení Jorge, vamos a sentarnos. Me llamó tu maestro y me dijo que te tenía que poner en un colegio bueno y me dio dos opciones para elegir. ¿Te gustaría entrar al liceo militar?’, ‘No mamá, no me gusta’. ‘Entonces vas a ir al Nacional Buenos Aires. Es el mejor colegio que hay en la República Argentina. Lo que sí, vas a tener que estudiar mucho antes de entrar’. Dijo: ‘Bueno, yo voy a estudiar, voy a entrar a ese colegio’. Lo mandé a preparar en unas materias. A él le toco latín y qué te cuento que cuando salió tenía tanta emoción. Me abrazó, me besó y me dijo ‘Mamá, entré’. Lloré de alegría, el padre también se puso tan contento. Yo era muy feliz, fue una época muy linda.
SU CARRERA, COMPROMISO Y DESAPARICIÓN
Luego de su paso por el Colegio Nacional Buenos Aires, Jorge Aggio decidió seguir la carrera de Analista de Sistemas en la UBA.
Él quería hacer computación, analista de métodos y sistemas. En aquel entonces no había muchos, dos o tres había, nada más. Eso muestra de los años que estoy hablando. Bueno, hizo el curso, terminó el curso sin trabajar, sin nada, nada más que los cursos. Cuando terminó ya manejaba las máquinas que venían de Alemania y al año ya era ejecutivo de la compañía. Sí, era un privilegio de mente.
En su paso por una compañía norteamericana, sus compañeros lo eligieron delegado gremial y a partir de allí, su compromiso y sus convicciones lo convirtieron en una voz ‘peligrosa’. Una voz que tenía que ser silenciada, como tantas otras, ya que no era acorde con los intereses de quienes habían tomado el poder por la fuerza.
Pero, ¿qué pasó? Ahí hubo un problema. Un día le dice una chica ‘Señor, ¿no nos hace un favor? Usted que acá está como el mandamás, necesitamos un delegado porque ganamos muy poquitito nosotras’. Y bueno, lo nombraron delegado de la compañía. Empezó a trabajar, pero en sus horas libres defendía a las chicas. Iba a la CGT, se peleaba con Otero, se peleaba con la CGT, porque tenía bastante labia. Pero tenía mucha bondad, todo le daba lástima. Si no le hubiese dado lástima no le hubiese pasado lo que le pasó, a él se lo llevaron por delegado. No quedó ningún delegado.
Padre de dos hijos, Jorge Enrique Aggio, despareció a los veintinueve años de edad cuando fue interceptado yendo a trabajar.
Tenía veintinueve años. Trabajaba en una empresa norteamericana pero un día no volvió. ¡Yo no sabía que desaparecía gente, no sabía que los torturaban! Era feliz con mi marido y mis hijos. Teníamos una familia bien formada. Creo que no ha habido otra dictadura tan brutal y tan salvaje como ésta. Los chicos que se llevaron eran chicos pensantes. Estaba prohibido pensar. Por eso se los llevaban. No sé si mi hijo militaba, nunca me dijo nada. Tenía una familia, era casado y tenía dos chiquitos. Ellos querían menos chicos muertos de hambre, una sociedad más justa, eso sí lo sé. Pero parece que le costó caro. Muy caro. Yo quiero que esto nunca más vuelva a pasar.
LOS RESTOS DE SU HIJO
El jueves 15 de abril de 2010 se dio una conferencia en la sede de Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora para anunciar que el equipo de antropología forense había dado con los restos de Jorge Enrique Aggio.
Yo tuve la suerte de ser una iluminada de Dios porque hace como un año los antropólogos encontraron los restos de mi hijo. Fue una mezcla de dolor, de alegría, de muchas cosas. Fue largo, después de muchos trámites, de juicios, de ir a Comodoro Py y a Tribunales para que me lo entregaran (...) Ahora tengo la dicha de tener un cajoncito en mi casa, en un altar que yo le formé donde yo hablo con él, pero no es lo mismo. Es una dicha porque sé lo que le pasó, dónde estuvo, todo. Pero no es lo mismo tener un cajoncito que tener el hijo de uno porque mi hijo estaba lleno de ideales, lleno de vida, luchaba por un país mejor donde hubiera menos pobres y menos ricos y pensaba, era pensante. Estaba prohibido eso, muy prohibido, no se podía pensar, ellos no querían un escenario pensante, les molestaba. Por eso desaparecieron todos los pensantes. Por eso no están, no están entre nosotros ahora. Pero están igual, están entre cada uno de ustedes y mi hijo me está mirando desde el cielo, no desde mi casa donde está.
Su dolor es el mismo pero ahora se afianza en una materialidad que le da más fuerzas para seguir adelante con la búsqueda de otros hijos.
Yo en este momento, lo primero que hago cuando me levanto, es abrir una puertita. Le doy un beso y le digo ‘buen día hijo’. Y a la noche hago lo mismo. Y eso me da mucha angustia porque yo quisiera tenerlo frente a mí. Por eso digo, en los chicos, veo el reflejo de mi hijo. Así es que nos levantamos a la mañana, con fuerzas, pensando que hay que ir a Madres porque tenemos un compromiso. Hay que seguir adelante luchando y pensando que las madres tienen que recuperar también, a otros hijos.
Así, para Carmen hablar de su hijo es hablar de ella misma ya que ante todo es una Madre, con todas las letras.
Hablar de mi hijo es cosa de todos los días. Es el recuerdo permanente, es el dolor permanente, es sentir su falta. Es ponerme contenta cuando está en la foto y después lo veo diluirse... se va. Hablar de mi hijo me da alegría. Todos los recuerdos que tengo de mi hijo son buenos, desde que era así chiquitito hasta que se lo llevaron.
EL LEGADO DE CARMEN
En su compromiso incesante, Carmen recorre las escuelas legando su testimonio para que los chicos dialoguen con su pasado reciente y construyan una mirada crítica y ante todo, propia, de lo ocurrido.
En cada uno de ustedes me da la impresión de verlo a mi hijo. Yo estaba siempre muy orgullosa de mi hijo, porque era muy buen estudiante y yo pienso que la mamá de ustedes tiene que estar orgullosa de cada uno de ustedes. Tienen que estudiar mucho. Y sobre todo los más grandes tienen que escuchar con atención esa grave historia que sufrimos cuando sus maestras les expliquen. Hay días especiales para explicar lo que pasó con nuestros hijos, ustedes tienen que escuchar y después analizar. Analizarlo para que nunca más vuelva a pasar lo que pasó en este país.
Con la sensibilidad y simpatía que la caracteriza, Carmen dio respuesta a cada una de las preguntas que le hicieron acerca de su pasado y su presente. Como madre y abuela, no escatimó en consejos ni palabras reflexivas para dejarles a los chicos, a los padres y a los docentes, un mensaje de amor, de lucha y de justicia.
¿Qué siente cuando va a una escuela?
Cuando voy a una escuela lo primero que veo es a mi hijo sentado en el suelo. El día que fui al colegio de Soldati (N. de A.: actividad impulsada por el Programa Educación y Memoria en el marco del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el 23 de marzo de 2009, en la Escuela Nº 20 D.E. 19, Carlos Alberto Carranza), cuando pasaban los abanderados y vi a todos, dije ‘Ahí está mi hijo’. Eso es lo que no puedo superar pero voy, no dejo de ir a ninguna escuela ni ningún establecimiento carcelario, aunque yo me emocione y me haga mal. Es como volver a vivir la etapa que yo viví, es como reencontrarme con mi hijo. Cuando hablo de mi hijo siento orgullo, por lo que fue y por lo que sigue siendo para mí y porque la historia lo va a decir alguna vez, por algo lucho. Entonces siento admiración, siento un profundo dolor de tener tanta admiración, de poder recordarlo a cada momento y el no tenerlo.
¿Cuál es el significado del pañuelo blanco?
El pañuelo blanco es un símbolo universal porque este pañuelo está reconocido en todo el mundo. Por eso es de Madres nada más y Abuelas. Fuimos una vez a una peregrinación a Luján donde había mucha, mucha gente y dijimos ‘bueno: ¿cómo hacemos para identificarnos entre nosotros?’ ‘Pongámonos un pañuelo en la cabeza’. Y ahí usamos los pañales, que en ese momento eran de tela, no eran como ahora escritos, ni nada. Madres de Plaza de Mayo es una organización que es conocida y reconocida en el mundo entero como un ejemplo de mucha persistencia, de mucha lucha y a pesar de haber sufrido en carne propia tanto dolor, es una organización reconocida por no haber hecho nunca algún acto de venganza.
¿Qué consejo les daría a las madres de hoy?
A las mamás de ustedes, a las mamás de hoy, les daría el consejo mío, vendría a ser: educar bien a sus hijos, llevarlos por un camino; amarlos, darles mucho amor (que es lo que necesitan). Que sean sinceros, que sean nobles, que sean amigos de sus amigos, que quieran mucho a sus padres y mucho a la gente. Ese es el consejo que yo les daría a todas las madres de hoy.
PALABRAS DE DESPEDIDA
‘Campanas de fin de año’, dedicado mi hijo Jorge
Y se escucharon campanas Anunciando el fin de año
Diferente a otros
Este fue sin llantos
Con una madre erguida
Endurecida ante el engaño
Con soberbia y el orgullo
De haberte yo engendrado
Amparada en la juventud
Como la tuya cuando
Te arrancaron de mi lado
Esa noche del pasado.
Quiero contarte hijo mío
Cómo te sentí a mi lado
Esas veinticuatro horas
Que las madres velamos
Estabas a mi lado me pareció
Que habíamos caminado juntos
Por eso mis gritos de justicia
Que se sumaban al llanto
En este diciembre tan caluroso
A un paso de fin de año
En cada muchacho te veía reflejado
Y al abrazarme junto a ellos
Te estaba abrazando.
No me acobarda el cansancio casi ni cuenta me di
Que todo había pasado
Pero me sentí viva de gritar
Hasta el cansancio, acompañada por las madres
Y los muchachos
Quizás sea ese el motivo que al recordarte
No hubo llanto estás siempre a mi lado
Caeré mil veces y otras tantas me levantaré
Pero venceremos, nuestro será el triunfo final
Y llenaremos la Plaza de Mayo de Madres con Nuestros hijos.
Aparición con vida hijo, mamá no olvida.
Carmen Loréfice, 2 de enero de 1983.