ELIA ESPEN
Madre de Plaza de Mayo - Línea Fundadora
Elia Espen es la mamá de Hugo Orlando Miedan quien estudiaba Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires y mantenía una militancia comprometida con su tiempo Fue detenido el 18 de febrero de 1977 a la edad de veintisiete años. Elia, mamá de seis hijos, inmediatamente comienza su búsqueda iniciando un camino constante e inclaudicable en la defensa de los Derechos Humanos.
Integra las agrupaciones Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora, Familiares de detenidos y desaparecidos por razones políticas y Memoria Abierta. El 24 de marzo del 2010, Elia le entregó su pañuelo blanco, símbolo de la lucha de las Madres a María Victoria Moyano, nieta restituida por las Abuelas de Plaza de Mayo representando el traspaso generacional en la búsqueda de la Memoria, la Verdad y la Justicia.
Elia Espen contribuye a mantener viva la Memoria llevando su testimonio a las escuelas, para que estas historias no se repitan: ‘Mantener la memoria es muy importante. Y eso es lo que yo quisiera que se consiga. No sé si lo voy a llegar a ver, pero para los jóvenes o para los que vengan, es importante que tengan las cosas claras o por lo menos que las investiguen.’
El sueño de Hugo era querer cambiar el mundo, que haya más justicia, que no existan tantos pobres. Estudiar para ayudar. Tenían ese sueño de poder cambiar la historia, Elia Espen.
LA HISTORIA DE ELIA
Elia Espen es mamá de Hugo Orlando Miedan, detenido-desaparecido por la última dictadura cívico-militar.
Yo soy Elia Espen. Mi hijo está desaparecido desde el 18 de febrero de 1977. Él se llama Hugo Orlando. Tenía veintisiete años y estaba en cuarto año de Arquitectura.
Elia tuvo seis hijos y una vida de trabajo dedicada a su familia para que no les faltara nada. La solidaridad y el esfuerzo compartido era lo que les posibilitaba salir adelante.
Nosotros éramos una familia no te diría de clase baja, pero tampoco media. Una familia trabajadora. Yo era ama de casa, estudiaba para ser masajista, pero era más de estética lo mío. Y después me dedicaba a mi casa. Con mis seis hijos, no tenía mucho tiempo para hacer otras cosas. Y bueno, con la ayuda de Hugo que trabajaba y las chicas que eran grandes, salimos adelante.
La violencia del terrorismo de Estado entró en la casa de Elia. No sólo le arrebataron a su hijo sino que además tuvo que padecer la humillación en su propio hogar.
En mi caso, cuando estos militares vinieron a casa, aparte de llevarse todo, absolutamente todo y no dejar nada, nos maltrataron de una manera muy violenta. Yo fui tremendamente golpeada. En ese momento tenía una nena de once años y la levantaron de la cama con una ametralladora y le quedó la marca. Cuando entraron, estábamos durmiendo. A mi otra hija que tenía en ese momento veintidós o veintitrés años le levantaron el camisón y la manosearon.
Desde ese momento, Elia comienza la desesperada búsqueda de su hijo y desde entonces mantiene viva la memoria y trabaja incansablemente por la verdad y la justicia.
Por esto pienso que para todo eso que hicieron tanto la desaparición de mi hijo como todo lo demás, no hay olvido ni perdón.
Como muchas madres, Elia comenzó su búsqueda en soledad pero luego fue encontrándose con otras, que como ella, buscaban a sus hijos.
Nosotras éramos un grupo en el que todas estaban dispersas con cara de angustia y empezábamos a ir a los mismos lugares. Así nos fuimos conociendo y por suerte, tuvimos a Azucena Villaflor. Ella fue quien nos organizó.
EL RECUERDO DE HUGO
Elia recuerda a su hijo con mucho amor. Ya de pequeño mostraba su inclinación por las construcciones y su vocación por la arquitectura.
¿A qué jugaba Hugo cuando era chico?
Me acuerdo que una vez para Reyes le regalamos un camión. Como estaba muy silencioso y no se escuchaba nada me acerqué para ver qué estaba haciendo. ¡Lo había desarmado! Entonces le dije: ‘Hugo ¿para qué hacés eso?’ ‘Y para ver mamá si puedo construir otra cosa’, me contesta. Eso es lo que más le gustaba: armar y desarmar. Así fue que terminó estudiando arquitectura. Ya se veía de chico que era eso lo que le gustaba.
¿Qué otras cosas le gustaba hacer?
Le gustaba mucho arreglar las cosas de la casa. Pintar, por ejemplo, me ayudaba a mí porque la pintora era yo. Él me ayudaba a arreglar todo, por ejemplo, el calefón o lo que se rompiera en la cocina. Me acuerdo que un día me dijo ‘mamá, aprendé, porque algún día no voy a estar yo y vas a tener que hacerlo sola’. Y así fue. Gracias a él aprendí un montón de cosas.
¿Cómo festejaban los cumpleaños?
Nosotros éramos una familia trabajadora, así que para los cumpleaños yo preparaba tortitas individuales. Las hacía con una velita y así le festejábamos los cumpleaños. Pero él fue creciendo y entonces yo le preguntaba ‘¿qué querés para tu cumpleaños?’ ‘pastel de papa, mamá, que lo hacés muy rico’, me contestaba Hugo. ‘Bueno, te hago pastel de papa’, le decía yo. Así fue que desde el día en que desapareció, al pastel de papa no lo puedo hacer más.
Hugo, como todo hijo, dejó una huella imborrable en su madre y en su familia. Era un gran compañero de Elia y de sus hermanas.
Era muy protector, a mí me protegió un montón. Y la hermana más chica, cuando él desapareció tenía once años. Hugo era como su papá, su amigo y su hermano. Era el que jugaba con ella, era el que le revisaba los cuadernos, era el que la llevaba a pasear para todos lados. Cuando él desapareció mi hija perdió a su papá, su hermano y su amigo; las tres cosas. Por eso lo sufrió tanto, porque él era muy cuidadoso y atento de todo.
Con orgullo y emoción, Elia comparte una anécdota que muestra el amor de su hijo:
Y ésa era su lucha, llegar a recibirse de arquitecto. Estaba en cuarto año de Arquitectura cuando lo secuestraron. Y un día me llama y me dice ‘vení, mamá, sentáte’. Y agarró una hoja grande y empezó a dibujar ahí y me dijo ‘ésta va a ser tu casa mamá, cuando me reciba ésta es tu casa’. Bueno, más bien que me emocioné y me sigo emocionando.
Al igual que muchos de los jóvenes de su generación, Hugo quería cambiar el mundo. Buscaba una sociedad más justa e igualitaria.
Nosotros teníamos muchas charlas Por eso a mí no me tomó por sorpresa lo que pasó, para nada. Porque él cuando venía de la facultad me decía ‘sabés mamá que en la facultad se llevaron a otros chicos’. O venía y me decía ‘mamá ¿no te sobra un pantalón?’, ‘¿no te sobra un par de zapatos?’. ‘No, yo no uso zapatos de hombre’, le contestaba. ‘Mirá, estamos juntando para un chico que no tiene’, me explicaba.
¿Cuáles eran los sueños de Hugo?
El sueño de Hugo era querer cambiar el mundo, que haya más justicia, que no existan tantos pobres. Estudiar para poder ayudar –porque eso era lo que decía siempre–. Por ahí iba a una villa, por ahí ayudaba a los mismos compañeros de la facultad. Era el único sueño que tenía en verdad, yo creo que la mayoría de los chicos tenían ese sueño de poder cambiar la historia. Siempre hablábamos de esto y Hugo me decía ‘mamá, algún día va a cambiar’. ‘Bueno Hugo, ojalá que así sea’ –le decía– ‘sí mamá, va a costar, va a costar mucho, pero puede llegar a cambiar. La cuestión es que nosotros pongamos lo que hay que poner para cambiar las cosas, como lo queremos hacer’, me explicaba.
TIEMPOS DIFÍCILES: LA DESAPARICIÓN Y LA BÚSQUEDA
Elia sabía que la situación política del país se complicaba cada día más y que el terrorismo de Estado impuesto por la Dictadura estaba teniendo consecuencias atroces en distintos sectores de la sociedad.
Así fue que cuando cada vez había más desaparecidos, un día le dije ‘Hugo, te voy a decir algo, ¿no te querés ir?’ La mirada de él fue terrorífica te puedo asegurar y me dijo ‘nunca mamá. Vos sabés porque te conté que hay muchos chicos de la facultad que están secuestrados, entonces yo no me puedo ir y dejar a los chicos que están secuestrados’. Así que bueno, nunca más le dije de irse. A mí me había salido el instinto de toda madre, de querer protegerlo, pero se ve que era el destino de él. Y así fue.
Pero a pesar de conocer lo que estaba pasando, apoyó y acompañó a su hijo en sus decisiones.
Por eso cuando empezó a militar, que era la única de la casa que sabía, porque ni su papá ni sus hermanos sabían nada, le dije ‘¿vos estás seguro de lo que estás haciendo?’ ‘Estoy seguro’, me contestó. Y bueno, ahí se terminó. Y lo acompañé en todo lo que pude. Nuestras conversaciones eran largas y creo que constructivas, porque aprendí mucho de él.
Hugo fue secuestrado el 18 de febrero de 1977 y a partir de ese momento, Elia comienza su propia lucha. Elia recuerda la unión de las Madres en esta búsqueda desesperada y el rol que cumplió Azucena Villaflor en la organización:
Lo primero que se nos ocurrió fue ir a un tribunal a denunciar. Ir a las iglesias a hablar con el párroco. En las comisarías y la iglesia éramos rechazadas. Nos quedaban los Tribunales pero teníamos, pienso yo, caras muy especiales en ese momento. Las Madres nos fuimos conociendo totalmente en los tribunales. Enseguida te preguntaban y vos ¿quién sos? y ¿qué te pasa? Y ahí empezamos a armar lazos entre nosotras y teníamos, por suerte, a Azucena Villaflor.
Azucena Villaflor cumplió un rol decisivo en la lucha de las Madres y en la conformación de las Madres de Plaza de Mayo. Sin embargo, no pudo vencer la represión de la Dictadura y fue secuestrada el 10 de diciembre de 1977 en la puerta de su casa.
Ella fue la que nos organizó pero tomó parte del todo también. Fue de las primeras que formaron Madres de Plaza de Mayo. Yo la conocí porque también estuve con ella. Y era tan amorosa y tan cálida. Ella venía con unos papelitos preparados y decía ‘Bueno vos anda acá y vos a otro lado’. Mayormente a las iglesias. Juntábamos firmas para sacar algún dinero para poder sacar las solicitadas. Y justamente ese día que desaparecieron las Madres en la Iglesia Santa Cruz, yo estaba en la Iglesia de Betania juntando firmas. En un momento, cae un muchacho y me dice ‘Te vas’. Yo no me quería ir pero me explicó que se habían llevado a las madres de la Iglesia Santa Cruz. Entonces, agarré lo poco que había juntado y me fui. La desaparición de estas Madres creo que nos unió mucho más. Nos ayudó a seguir la lucha.
¿Pudo saber qué pasó con su hijo luego del secuestro?
Yo supe la trayectoria de mi hijo, en parte. Mi hijo estuvo en el Atlético. Porque yo iba a la plaza con esta foto que llevo siempre, y un día se acercó un muchacho y me preguntó ‘¿vos qué sos de él?’ y le dije ‘la mamá’. ‘Bueno, dice, yo estuve con él en el Atlético’. Entonces le pedí que me contara qué le había pasado. Esta persona no quería contarme pero yo lo convencí. Porque si hay algo que yo dije e hice toda mi vida no es suponer, porque yo no quiero suponer, quiero saber. Y eso les dije a mis hijos: ‘hay que saber la verdad por más cruda que sea, pero suponer no sirve’. Porque por ahí suponés mal y te destruye. Entonces este muchacho al final me contó que había estado en el Atlético, que lo tenían encadenado, que él se había trastornado por las torturas, y que sentía que a veces gritaba ‘mamá, mamá’. Y después le dieron el vuelo de la muerte, eso fue lo último para él.
Conocer el destino de su hijo, hizo que Elia redoblara la fuerza para continuar en el camino que había trazado.
Cuando me despido de este muchacho me pregunta ‘¿y ahora qué vas a hacer?’ ‘Ahora voy a pelear más todavía ¿o vos te creés que me voy a quedar en mi casa sentada?’, le contesté. Y eso fue lo que hice y sigo haciendo.
LA IMPORTANCIA DE LA MEMORIA
Elia le otorga una gran importancia a la tarea de construir la memoria y dar a conocer su testimonio para que la historia no se repita.
Cuando yo he ido a las escuelas a hablar siempre digo lo mismo a los chicos: Yo les voy a contestar lo que yo pienso, pero ustedes tienen que leer y estudiar, porque no tienen que quedarse con mi palabra solamente. Tienen que conocer la historia porque es la única forma que se entienda la situación, porque yo te digo lo mismo y nada más, entonces hay que estudiar y profundizar y tener memoria, porque un pueblo sin memoria, sea de donde fuese, pierde. Pierde el objetivo.
Elia explica la emoción que encierra dar charlas con los chicos en las escuelas y el entusiasmo e interés que muestran.
Dar charlas en las escuelas primarias es muy emotivo. Las caritas de los chicos reflejan curiosidad cuando preguntan y mucho asombro cuando respondemos. Llegar a ellos no es difícil: cuando les digo que soy una mamá que salió a pelear para saber la verdad sobre su hijo y todos los desaparecidos, eso les da pie para sus preguntas. Y estas preguntas parecen inocentes pero son certeras. Y cuando los miro, veo que el futuro es promisorio.
Sobre la importancia de construir la Memoria, Elia afirma:
Mantener la memoria es muy importante. Y eso es lo que yo quisiera que se consiga. No sé si lo voy a llegar a ver, pero para los jóvenes o para los que vengan, es importante que tengan las cosas claras o por lo menos que las investiguen. Que averigüen verdaderamente todo lo que pasó, sin mentiras, sin ocultamientos. Porque, para mí, lo peor es ocultar, estos son los hechos y hay que decir la verdad. Para mí esa es la forma de que todo vaya adelante, porque si no te quedás a mitad de camino.
¿Cuál es su sueño?
Mi sueño es que se abran los archivos, porque si los archivos no se abren no llegaremos a la verdad. No han sido solamente los militares los únicos responsables de todo lo que sucedió en el país; hubo complicidad civil. Hay importantes industriales, hay gremialistas en todo esto. Si los archivos se abrieran, ahí se puede llegar a descubrir toda la verdad. Yo agradezco todo lo que se está haciendo con los juicios, pero para mí es incompleto, porque se toma a un grupo y se lo lleva de acá para allá, pero no surge otra gente de los que están implicados. Entonces mi sueño es ese, que en algún momento se sepa bien la verdad, de cómo ha sido el desastre que han hecho.
PALABRAS FINALES
Elia considera central la tarea educativa para que estas historias no se repitan.
La historia tendrá que ser verdadera y eso depende de las enseñanzas que se realicen en el área de educación. No debe haber un desaparecido más por pensar diferente. Con justicia, memoria y verdad lo conseguiremos.