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MARCOS SUÁREZ VEDOYA

Nieto restituido por las Abuelas de Plaza de Mayo

Marcos nació el 20 de diciembre de 1975. Es hijo de Hugo Alberto Suárez y María Teresa Vedoya, ambos oriundos de la ciudad de La Plata. Marcos pudo compartir pocos meses con su padre y su madre: Teresa fue secuestrada el 20 de octubre de 1976 y Hugo en la primera semana del mes de diciembre. Días más tarde, Marcos es llevado a la Casa Cuna donde es apropiado por una persona que trabajaba allí y criado como hijo propio con documentación falsa bajo el nombre de Gustavo.

Inmediatamente después de la desaparición de Hugo y Marcos, la familia comienza la intensa búsqueda de todo el grupo familiar. Tuvieron que pasar treinta años para que pudieran reencontrarse con Marcos. Hugo y Teresa aún permanecen desaparecidos.

El 30 de marzo del 2006, guiado por fuertes dudas referidas a su identidad, Marcos se presenta espontáneamente en la Casa de las Abuelas de Plaza de Mayo quienes lo orientan para que concurra a la CONADI (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad) a iniciar la búsqueda de su verdad. El 22 de junio del 2006, realiza la extracción de sangre para ser contrastada con el Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand. El 12 de septiembre recibe la confirmación de su identidad: él era Marcos Suárez Vedoya y su familia lo estaba buscando.

A partir de ese momento comienza el largo y sinuoso camino por la reconstrucción de su identidad. En un primer momento, sentí una fuerte traición de quien yo creía mi madre. Me sentí muy mal. Después vino una alegría enorme, porque encontré mucha gente que me estaba buscando: parientes y amigos de mis viejos.

Hoy Marcos colabora con las Abuelas para encontrar a los nietos que faltan. Lo de las Abuelas es admirable. Muchas se fueron de este mundo sin encontrar a sus nietos. Por eso, yo estoy acá, para ayudarlas.

 

‘Cuando vi a mi Abuela y nos abrazamos, si bien yo no la conocía físicamente, en ese momento sentí que desde algún lado nos conocíamos’, Marcos Suárez Vedoya.

 

LA HISTORIA DE MARCOS

Marcos Suárez Vedoya es hijo de Hugo Alberto Suárez y María Rosa Vedoya y es el nieto N° 85 restituido.

Les voy a contar cómo llegué a Abuelas. A mí me criaron dos señoras: América, mi madre de crianza, y Norma, su hermana. La figura de mi papá fue un misterio en esa familia: yo siempre preguntaba por él, pero no me cerraba lo que me contaban.

Decían que había muerto en un accidente, pero no había datos certeros sobre este hecho. Otra cosa que me intrigaba es que no había fotos de América embarazada. Cuando le preguntaba, ella decía que le habían robado un bolso con todas las fotos en el colectivo. Con respecto a la familia (los tíos y primos) yo me sentía de visita en todos lados: si me portaba mal, nadie me retaba, y a mí eso me parecía raro. Pero el tabú principal era el tema de mi padre. Sabiendo que mi fecha de nacimiento era en 1976, mis amigos me ayudaron y alentaron para acercarme a Abuelas. Yo tenía muchos miedos, fantasmas. Pero me dieron fuerza y me acerqué. Cuando fui a Abuelas, tuve una entrevista con un psicólogo al que le conté todas estas cosas. Recuerdo que me dijo que yo había llegado buscando un padre, pero que había encontrado una gran familia. A partir de ahí, en abril de 2006, CONADI hizo el rastreo documental para chequear si América había parido, pero no encontraron nada. Entonces, me hicieron el análisis de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos, y el 12 de septiembre de 2006 me informaron que era hijo de María Teresa Vedoya y Hugo Alberto Suárez.

La búsqueda de Marcos está relacionada a una serie televisiva de ficción muy popular en el año 2006, ‘Montecristo’, que encerraba en su trama una historia de apropiación de una hija de desaparecidos. El día que la CONADI recibía la noticia de que se había encontrado otro nieto, su foto aparecía en la novela. La actriz Viviana Saccone en su papel de Victoria, sostenía entre sus manos una foto de Marcos cuando era bebé. Esa imagen había sido cedida por las Abuelas de Plaza de Mayo a la producción del programa y había sido entregada a las Abuelas por uno de los abuelos de Marcos. Marcos no vio el capítulo ese día, pero ya había avanzado en su búsqueda.

A partir de ahí, empecé a reconstruir mi historia. Yo había nacido el 20 de diciembre de 1975, y me habían secuestrado, junto a mi padre, los primeros días de diciembre de 1976. Mi madre había desaparecido antes, en octubre de 1976. Es decir, que yo había estado con mis padres casi un año. Con estos datos, fui a hablarle a Norma (América había fallecido cuando yo tenía 14 años). Ella me pidió perdón y justificó esos treinta años de mentira diciendo que era un ‘secreto de familia’. Entonces, me contó que yo llegué a brazos de América por la Casa Cuna, donde ella trabajaba.

América lo había sacado de la Casa Cuna y lo había anotado como hijo propio con el nombre de Gustavo. El 12 de septiembre del 2006, Marcos recuperó mucho más que su nombre, recuperó su identidad.

Encontré a una abuela (mis otros tres abuelos ya no están), tíos, primos y hermanos (del lado de mi mamá). En estos 4 años conocí mucha gente que me ayudó a conocer la historia de mis padres.

 

EL REENCUENTRO CON SU HISTORIA

El 12 de septiembre del 2006 Marcos es citado en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad para recibir las novedades sobre su caso. Fue en este lugar donde pudo tener acceso a los primeros datos sobre sus padres.

Su padre, Hugo Alberto Suárez de veintitrés años, estudiante universitario fue detenido por fuerzas conjuntas en Buenos Aires. En el momento de su detención, llevaba en sus brazos a su hijito Marcos, de quién no se separaba nunca luego de que su esposa María Rosa hubiera sido secuestrada el 20 de octubre del mismo año.

Dos días después, el 14 de septiembre, Marcos se reencontró con su abuela Modesta, sus tíos y sus primos, en la casa de las Abuelas.

Cuando encontraste a tu familia, ¿te viste parecido? ¿te sentiste cómodo con ellos?

Sí, claro. Cuando vi a mi Abuela y nos abrazamos, si bien yo no la conocía físicamente, en ese momento sentí que desde algún lado nos conocíamos. Luego supe que ella de chiquito me había tenido en brazos muchas veces…

El de Marcos y su abuela materna, Modesta, fue un reencuentro ya que los últimos meses que Marcos estuvo con su padre, se habían escondido en su casa y, por lo tanto, ella compartía su cuidado. Ahí pudo saber que apenas tomaron noticia de la desaparición de su padre, los familiares comenzaron la búsqueda en organismos del Estado, la Iglesia, hospitales, obteniendo sistemáticamente respuestas negativas. Fue el abuelo paterno, Luis Rodolfo Vedoya quien radicó la denuncia y el pedido de búsqueda de Marcos en la Casa de las Abuelas de Plaza de Mayo. Luis Vedoya falleció en 1999 sin poder reencontrarse con su nieto.

Ese abrazo me decía que yo ya había estado con ella, es algo muy loco. Estela Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, dice que somos muy parecidos.

¿Cómo te sentiste en ese momento, al conocer tu historia?

En un primer momento, sentí una fuerte traición de quien yo creía mi madre. Me sentí muy mal. Después vino una alegría enorme, porque encontré mucha gente que me estaba buscando: parientes y amigos de mis viejos.

¿Cómo te sentís hoy con respecto a la familia que te crió?

A la única que pude perdonar es a Norma, porque me crió y se ocupó de mí cuando falleció América. Pero América, mientras vivió, me mintió.

¿Intentaste reconstruir la historia de tus padres?

Sí, me contaron muchas cosas de ellos y me siento muy parecido a ellos, sobre todo de espíritu. No sé si en esa época hubiera actuado como ellos, pero tengo un espíritu combativo parecido. Supe que mi mamá desapareció en octubre y yo estaba con mi papá cuando desapareció en diciembre. Vivíamos en una pensión. Lo que no pude terminar de armar es cómo llegué a la Casa Cuna. Quizás los militares me dejaron ahí, o tal vez quedé solo en la pensión y algún vecino me llevó a la Casa Cuna. Eso aún no está claro.

En esa primera charla con su abuela, que duró más de dos horas, Marcos se enteró que su padre era muy deportista y que jugó en Estudiantes de La Plata, además de practicar esgrima y pelota paleta. En cambio, a su madre le encantaba reunirse con gente en su casa, situación que no le agradaba para nada a su abuela. Así expresó con una pícara sonrisa:

De mi papá heredé la pasión por jugar a la pelota y de mi mamá el fanatismo por el rock, las milanesas con papas fritas y eso de andar girando de un lado para otro con mucha gente.

¿Cómo fue la relación con tus amigos de la secundaria que te ayudaron?

Y, hablando… Yo les contaba mis dudas, de la falta de datos sobre mi padre, de las fechas. Yo tenía mucho miedo, pero ellos me impulsaron, fueron fundamentales. Creo que la razón por la que yo tardé tanto en decidirme fue para no lastimar a Norma.

¿Qué visión tenían en la casa donde creciste sobre la dictadura?

No se hablaba. Era gente del estilo ‘de casa al trabajo y del trabajo a casa’. No era gente pro-dictadura, pero tal vez ante alguna situación como un robo o delito, decían cosas como ‘esto antes no pasaba’. Creo que ellos no sabían quién era yo, porque en la Casa Cuna abandonan chicos todos los días. Tal vez sospechaban que podía ser hijo de desaparecidos, pero no lo decían…

 

MARCOS HOY

Cuando hablo con los chicos, al comienzo estoy muy nervioso: yo siempre estuve del otro lado. Pero con el transcurso de la charla me relajo y me encanta conversar con ellos. Pienso que es muy importante debido a que el tema de la dictadura es un tabú, gracias a los últimos gobiernos empezamos hablar del tema.

La búsqueda de los ‘hermanos’ que faltan recuperar es la luz que guía estas acciones.

Siempre es bueno que alguien escuche mi historia porque no se sabe dónde pueden estar los chicos que faltan, entonces puede servir que lo escuche un amigo de alguien que busca su identidad y de este modo comenzar a investigar sobre su historia. Es la parte que más me gusta debido a que me han llegado a preguntar de todo, hasta lo menos pensado. Y las caras de los chicos con mis respuestas y mis relatos son terribles. Siento que mi relato debe servir para abrirle la cabeza a los jóvenes que no saben nada sobre el tema y, como dije anteriormente, para ayu­dar a las familias de los chicos que seguimos buscando.

Recuperar su identidad y su historia le permite encarar nuevos desafíos hacia el futuro. Marcos es papá de un nene y una nena que lo acompañan en este largo camino de reencuentros.

¿Cuál es tu mirada sobre la militancia de los años 70? ¿Vos tenés alguna militancia hoy?

Nunca me interesó mucho el tema y yo no milito. Vengo acá para que se conozca mi historia y si sirve para que a alguien se le prenda la lamparita como me pasó a mí. Yo me puedo morir tranquilo porque ya sé quién soy gracias a las Abuelas.

¿Cómo es dar ‘el paso’ para cambiar de vida?

Es muy difícil, hay miedo a lo que se viene. Te hacés preguntas como ‘¿Qué hicieron?’ ‘¿Por qué llegué acá?’.

 

PALABRAS FINALES

Marcos colabora con las Abuelas en la búsqueda de los cuatrocientos nietos y nietas que faltan para que, como él, tengan la posibilidad de acceder a su verdad y recuperar su identidad.

Mantener el trabajo pacífico que realizan las Abuelas, es la parte más difícil. Yo tengo mis broncas internas, pero no puedo descargarme con quienes me criaron porque no sabían. Pero lo de las Abuelas es admirable. Muchas se fueron de este mundo sin encontrar a sus nietos. Por eso yo estoy acá para ayudarlas.

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