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Juan Cabandié Alfonsín
Nieto restituido por las Abuelas de Plaza de Mayo

Juan nació el 16 de marzo de 1978 en la ESMA. Su mamá Alicia Alfonsín de tan solo diecisiete años y su papá Damián Cabandié, de diecinueve años, habían sido secuestrados el 23 de noviembre de 1977, en el barrio de Congreso de la Ciudad de Buenos Aires. Juan pudo estar sólo veinte días con su mamá. A partir de ese momento fue apropiado y anotado como hijo biológico de Luis Falco, personal de inteligencia de la Policía Federal y su esposa.

A medida que fue creciendo, se fueron profundizando sus dudas sobre su identidad y en el año 2003 se acercó a la Casa de las Abuelas de Plaza de Mayo en busca de una respuesta.

Finalmente, el 26 de enero del 2004 recibe la confirmación de que es hijo de Alicia Alfonsín y Damián Cabandié, constituyéndose en el nieto número 77 restituido por las Abuelas de Plaza de Mayo. A partir de ese momento, se reencuentra con sus abuelas, sus tíos y primos y comienza el largo camino por reconstruir su identidad.

Desde la adolescencia, Juan había tenido compromiso político realizando acciones solidarias con los sectores sociales más vulnerables. A partir de la recuperación de su identidad, su militancia se profundiza. ‘Ésta es otra coincidencia con mis padres. Uno de mis objetivos es pensar un país con inclusión social para todos. Y seguir pidiendo Justicia, Verdad y Memoria. Porque la Memoria es fundamental para el crecimiento de un pueblo’. En el año 2007, asume un lugar como Legislador de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente para la Victoria.

Su historia fue difundida por la canción ‘Yo soy Juan’ de León Gieco y por el programa ‘Televisión por la Identidad’ que le dedicó el segundo de sus tres capítulos. Sus padres, Alicia y Damián, aún continúan desaparecidos.

 

‘Si pudiera hablar con mis viejos les diría que se queden tranquilos, que soy lo que ellos querían: una persona que continúe con la lucha que ellos iniciaron’. (Juan Cabandié)

 

​LA HISTORIA DE JUAN

Juan es hijo de Damián Cabandié y Alicia Alfonsín. Nació el 16 de marzo de 1978 en el Centro Clandestino de Detención que funcionaba en la Escuelas de Mecánica de la Armada, estando su madre en cautiverio. Sólo pudo compartir veinte días con ella. A partir de ese momento fue sustraída su identidad y fue anotado como hijo propio del matrimonio Falco. En el año 2004 recuperó su identidad. Es el nieto número 77 restituido por las Abuelas de Plaza de Mayo. Dos meses más tarde, el 24 de marzo de ese mismo año, en el Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia, Juan participó de un acto oficial en el cual la ESMA pasaría a constituirse en espacio de la Memoria, y leyó un emotivo discurso que tuvo amplia difusión a nivel nacional e internacional. Así presentó su historia en ese momento:

En este lugar le robaron la vida a mi mamá. Ella está desaparecida.

En este lugar idearon un plan macabro de robo de bebés.

Acá hubo personas que se creyeron impunes, jugando conmigo y sacándome la identidad.

Tuve mucho tiempo de búsqueda, y hace dos años, sin tener elementos fuertes, le puse nombre a lo que buscaba. ‘Soy hijo de desaparecidos’, dije.

Encontré la verdad dos meses atrás cuando el análisis de ADN confirmó que soy hijo de Alicia y Damián.

Ahora soy Juan Cabandié Alfonsín.

Soy mis padres, Damián y Alicia.

Mi madre estuvo en este lugar detenida, y yo nací aquí dentro, pero el plan siniestro de la dictadura no pudo borrar el registro de la memoria que transitaba por mis venas y me fue acercando a la verdad.

Bastaron los quince días que mi Mamá me amamantó y nombró, para que yo le diga a mis amigos, antes de saber quién era mi familia, que me quería llamar Juan, como me llamó mi Mamá durante el cautiverio en la ESMA. En algún lugar estaba guardado.

Mi madre aquí dentro me abrazaba y nombraba, así dicen los relatos de las compañeras que hoy pueden contarlo.

Fui su primer y único hijo, y tanto a ella como a mí, nos hubiese gustado estar juntos. Pero lamentablemente unas manos impunes me agarraron y me sacaron de sus brazos.

Hoy estoy acá, veintiséis años después para preguntarles a los responsables de esa barbarie, si se animan a mirarme cara a cara y a los ojos, y decirme donde están mis padres. Estamos esperando la respuesta que el punto final quiso tapar.

Éste es el principio de la verdad, gracias a una acertada decisión política, pero no basta si no se llega hasta lo más profundo. La verdad es libertad, y como queremos ser íntegramente libres, necesitamos saber la verdad total.

Gracias a mi familia que me buscó incansablemente.

Gracias a las Abuelas y la lucha por la verdad.

Gracias a los que fueron sensibles por esta lucha, y me ayudaron a recobrar mi identidad.

Gracias a los que apostaron a la vida en un contexto de tanta muerte. Y por sus relatos y ayuda estoy acá parado.

Gracias a los que piensan y luchan por una sociedad más justa.

Gracias a los que apuestan por la verdad y la justicia.

Por los cuatrocientos chicos que aún faltan recuperar.

Por los casi diez chicos que nacieron en la ESMA, y aún no lo saben.

Por los que están dudando y sufren.

Que nunca más suceda lo que hicieron en este lugar.

No le podemos poner palabra al dolor que sentimos por los que no están.

Que Nunca más suceda esto. Nunca Más. Gracias.

 

LA BÚSQUEDA DE SU IDENTIDAD: ‘YO SOY JUAN’

El 26 de enero del 2004, fue un día clave para Juan. A partir de ese momento, ‘Mariano Andrés Falco’, el nombre que le habían dado sus apropiadores, quedó atrás para volver a ser ‘JUAN’, tal como lo había llamado su madre los pocos días que pudo compartir con ella.

‘Yo me quiero llamar así, Juan’, le dijo a sus abuelas y tíos biológicos en el primer encuentro. Sin embargo, no era la primera vez que utilizaría este nombre. Durante su infancia y su adolescencia había elegido para sí el nombre de Juan y tenía sueños en los que su madre en penumbras lo acunaba y amamantaba llamándolo Juan.

Pero el camino hacia su verdad se había iniciado unos años antes, cuando las dudas sobre su procedencia se volvían cada vez más fuertes.

Algo me decía que no pertenecía a ese ambiente; yo siempre me interesé por temas sociales, por los sectores más vulnerables; mi estilo no coincidía con el de esa familia. Además, en la casa no había ninguna foto de mi supuesta madre embarazada, ni mías de chico, eso me inquietaba, y me generaba muchas preguntas. ‘Ella’ me ocultó la verdad cuando se lo pregunté. Crecí con la presión de querer develar ese enigma que estaba dentro mío: el de mi verdadera identidad.

La crisis del 2001 provocó en Juan la profundización de sus dudas: el maltrato recibido en su infancia, las diferencias en las características personales con sus supuestos ‘padres’, la falta de recuerdos y registros en la familia sobre su nacimiento, eran datos más que importantes para suponer que no era hijo de quienes decían ser sus padres. Pero en esa época y en esas circunstancias, Juan sabía la íntima relación que existía entre ser adoptado y ser hijo de desaparecidos.

Ser hijo adoptado, no era ser hijo adoptado simplemente. Era ser hijo de desaparecidos.

Pero a todas las razones anteriores había que sumarle algunos hechos trascendentes: entre los amigos de su infancia se encontraban los mellizos Reggiardo Tolosa. El apropiador de los mellizos, Samuel Miara, tenía relación con su supuesto ‘padre’.

En este camino de búsqueda de la verdad, Juan contó con el apoyo y acompañamiento incondicional de Vanina, su hermana de crianza, hija biológica de sus apropiadores.

Fueron pasos paulatinos. A los veintitrés años empezaron a surgir cada vez con más fuerzas las dudas en relación de que yo era hijo de desaparecidos. Primero fue una búsqueda solitaria, muchas horas de indagar dentro mío; después comencé a hacer una revisión de la historia de nuestro país a partir de la influencia respecto de cómo ‘ellos’ me habían educado. Finalmente, cuando estuvieron dadas las condiciones internas mías, hablé con mi hermana Vanina, le formulé mis hipótesis, y ella me acompañó en mi búsqueda. En un momento, ella también dudaba si era hija de desaparecidos, pero después corroboramos por su edad y su parecido físico que no. Me acerqué a las Abuelas de Plaza de Mayo para hacerme los estudios y entonces llegué a la verdad.

¿Cómo era tu vida antes de que confirmaras tu verdadera identidad?

Era una vida que intentaba estar dentro de los márgenes normales, aunque yo siempre intuí que había un enigma en mi vida, es como una posición casi filosófica. Andaba por la vida intentando dar una respuesta a algo que no tenía muy claro qué era.

 

Luis Antonio Falco, su apropiador, estuvo en Inteligencia de la Policía Federal. El padre fue comisario general y su hermano sigue en actividad dentro de la fuerza. Tenía un trabajo de visitador médico que encubría sus funciones más perversas. La violencia que ejercía se extendía a todo su núcleo familiar, pero en particular estaba destinada hacia Juan.

¿Cómo era la relación con tus padres no biológicos?

Nosotros llamamos a las personas que nos criaron, apropiadores, porque no son padres ni biológicos, ni adoptivos. Son personas que en la ilegalidad portaron un rol que no le correspondía. La relación era mala porque este hombre era de la policía federal, de la inteligencia de la Policía Federal. Tenía un trato bastante malo hacia mí. Así que no era buena. No así con Teresa, mi supuesta madre. Yo a él lo dejo de ver a los diecinueve años, cuando se divorcian. No lo veo más. Era muy violento, muy autoritario, ejercía violencia sobre la familia, o ese supuesto núcleo familiar, aunque era especialmente violento conmigo, a partir de travesuras como las de cualquier chico: se agarraba de esos elementos para ejercer la violencia hacía mí.

¿Cómo fue dejar de ser Mariano para comenzar a ser Juan?

Sentí un gran alivio porque se confirmaban mis sospechas. Recuperaba mi libertad que había estado buscando intensamente. Porque la verdad es libertad. Entonces, sentí que empezaba otra etapa en mi vida.

¿Cómo fue tu reacción cuando te enteraste que eras hijo de desaparecidos?

Fue difícil porque yo me acerqué a las Abuelas por mi propio interés o mis dudas. Me acerqué porque pensaba que donde yo había vivido no era mi familia. Mi familia no me dijo que era adoptado o nada por el estilo. Si bien ésta no era una adopción, porque la adopción se hace con un juez. Entonces yo tenía ganas de saber quién era. Mi primera reacción fue ambigua: sentí felicidad por descubrir que no era hijo de esa familia; y tristeza porque el mismo día que me enteré que era hijo de desaparecidos me enteré que no iba a ver más a mis papás.

 

LA RECONSTRUCCIÓN DE SU HISTORIA

A los pocos días de iniciarse el año 2004, Juan tuvo la confirmación sobre su identidad. En ese momento regresa a la casa de las Abuelas para encontrarse, por primera vez, con los suyos. Allí lo esperaban sus abuelos, primos, tíos y algunos nietos restituidos.

Recuerdo que estaba Horacio (Pietragalla Corti) y sentí un alivio tan lindo, porque era un pibe que vivió lo mismo que yo.

Lo recibieron con aplausos y abrazos interminables que le daban la bienvenida a esta nueva historia que tenía por delante.

Quise conocer todo rápido, que me cuenten de los lugares donde habían estado mis viejos, el club donde se conocieron, dónde militaban, hice la recorrida por el barrio, conocí a los amigos de mi papá. Luego me pude relajar un poco y hoy por hoy me falta conocer muchos amigos de mis papás, que van apareciendo y dicen 'mirá, yo estuve con Damián o con Alicia', y bueno, todavía me falta mucho.

En ese momento se enteró que el 23 de noviembre de 1977 fue secuestrado primero su padre, Damián, que tenía diecinueve años. Con sus llaves, un grupo que se identificó como ‘Fuerzas Conjuntas’ volvió a entrar más tarde a su casa y se llevó a Alicia, embarazada de cinco meses.

Mis papás desaparecen el 23 de noviembre del ’77. En ese momento, la organización política a la que pertenecían había tomado la decisión de iniciar el pasaje a la clandestinidad. Es decir, apartarse de los lugares de origen; mis padres eran muy jóvenes, tenían dieciséis y diecinueve años, estaban casados hacía un año.

Sobre sus padres, supo que se habían conocido en el Club Colegiales. Alicia, de pelo rubio ondulado, algo tímida, jugaba al básquet. Damián, pertenecía a un grupo de teatro, era fanático de River y del automovilismo. Se pusieron de novios y trabajaron juntos en la villa de Colegiales. Cuando los secuestraron vivían en Congreso. Ella estaba terminando la secundaria en una escuela nocturna y él trabajaba en ENTEL.

¿Qué fuiste descubriendo a partir de empezar a reconstruir tu propia historia?

Yo encuentro muchas coincidencias con mis padres, me identifico con sus ideales, con su gusto por alguna comida, por el amor a la naturaleza…

Sobre el destino de sus padres, Juan pudo saber que ambos fueron llevados primero al Centro Clandestino de Detención conocido como ‘El Banco’ y luego al ‘Club Atlético’. En diciembre, su madre fue llevada a la ESMA, donde fue alojada en la llamada ‘pieza de embarazadas’. En marzo nació su bebé a quien llamó Juan.

Damián y Alicia aún permanecen desaparecidos. Juan continúa con la difícil tarea de construirlos dentro suyo y recuperar su historia de amor y de lucha en los relatos de familiares y amigos.

 

JUAN HOY

Otra de las coincidencias entre Juan y sus padres es su sensibilidad social y su compromiso con los sectores más vulnerables de la sociedad. Desde la adolescencia, mucho antes de saber que era hijo de Alicia y Damián, Juan comenzó a participar de actividades solidarias y a realizar acciones militantes.

¿Qué te llevó a incursionar en la política?

Básicamente siempre me interesó lo social y me gustó la política, creo que es la herramienta para transformar la vida de las personas. Ésta es otra de las coincidencias con mis padres. Uno de mis objetivos es pensar un país con inclusión social para todos. Y seguir pidiendo justicia, verdad y memoria, porque la memoria es fundamental para el crecimiento de un pueblo.

Además, Juan lleva su testimonio a los jóvenes estudiantes en las escuelas transmitiendo su historia como un aporte a la construcción de la Memoria. Así explica la historia reciente:

Aquella madrugada del 24 de marzo de 1976 se produjo una interrupción del proceso democrático mediante las armas y eso como saldo dejó 30.000 desaparecidos y quinientos nietos robados. De esos quinientos nietos las abuelas han hecho que recuperemos la identidad 105 jóvenes. También el saldo que dejó esta dictadura en nuestro país, la más sangrienta, es que dejó implantado un plan económico, porque a veces todos hablamos de los 30.000 desaparecidos, un hecho atroz, una vergüenza que haya sucedido esto en la Argentina, pero dejamos de lado lo que significaron las medidas económicas de aquel tiempo, esas consecuencias económicas que aún seguimos padeciendo, que implementaron un modelo económico que sustituía la producción nacional por la importación de productos extranjeros. A partir de estas medidas económicas quedó un tendal de argentinos sin trabajo, sin dignidad, sin la posibilidad de llevar lo producido por su trabajo a sus casas y eso empezó a generar angustia, depresión, como consecuencia de la economía imperante en aquella época nefasta.

De esta manera, Juan conjuga el ayer y el hoy. Toma su historia trágica y la encierra dentro del contexto político-social de ese terrible momento histórico. Sabe que fue una víctima del Terrorismo de Estado, pero entiende que no está solo en ese dolor, sino que su historia forma parte de una historia colectiva y que la mejor manera de revertirla es apostando al mañana. Para Juan, la lucha hoy es desde un espacio de compromiso militante continuando los ideales que quedaron truncos con la desaparición de sus padres y de los 30.000 detenidos – desaparecidos.

A partir del 2007, Juan ocupa una banca en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente para la Victoria. Desde este espacio intenta construir un futuro mejor, tal como lo imaginaban sus padres.

Hoy nuestra lucha tiene que servir para transformar la realidad, para hacer reflexionar a la sociedad y educarla. Y creo que se está logrando.

 

PALABRAS FINALES

Juan reivindica la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo y considera muy valioso y muy justo que pudieran ser galardonadas con el Premio Nobel de la Paz.

Las Abuelas tienen la particularidad dentro de los organismos de Derechos Humanos de ser las que siguen buscando la vida de tantos jóvenes y adultos. Son más de cuatrocientos los nietos que las Abuelas están buscando y me parece que eso merece que se las ponga en un lugar tan importante. Han sido homenajeadas en el mundo entero, se les ha dado la llave de ciudades, se las ha catalogado como luchadoras sociales, la ONU y la OEA las ponderan y reivindican su lucha. Son un ejemplo para muchos. Su lucha ha trascendido las fronteras. Sería un acto de justicia esa postulación y la entrega de ese premio que califica tan bien a todos aquellos que generan logros y conquistas para toda la humanidad.

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