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VERA VIGEVANI DE JARACH
Madre de Plaza de Mayo - Línea Fundadora

Vera Vigevani nació en Italia. Sus primeros diez años transcurrieron en un pequeño barrio de Milán. A los once años de edad emigró junto con su familia a la Argentina, perseguidos por    las leyes fascistas de Mussolini. En Buenos Aires realizó los estudios secundarios en un colegio italiano y siendo muy joven se casó con Jorge Jarach, ingeniero judío italiano que, al igual que ella, había escapado de Italia.

Luego de trabajar en una fábrica de pulóveres, se convirtió en una periodista de la agencia ANSA –Agencia de Noticas Italiana–, lugar en el que permaneció por más de cuarenta años. El 19 de diciembre de 1957 nació Franca, su única hija, a quien crió y acompañó en sus dieciocho años de vida, transmitiéndole los valores de la libertad, la esperanza y la solidaridad. El 25 de junio de 1976, Franca fue secuestrada por el gobierno militar y aún permanece desaparecida.

A partir de ese momento, Vera comenzó un incansable camino en su búsqueda, transformándose en un referente en la lucha por los Derechos Humanos tanto en el plano nacional como en el plano internacional.

Es integrante de la agrupación Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora y de la Fundación Memoria Histórica y Social Argentina. Es coautora, entre otros, de los libros Tantas voces una historia, judíos italianos en la Argentina 1938-1945 y Il silenzio infranto, dedicado a los ítalo-argentinos durante la dictadura militar Argentina. Además, publicó el libro Los chicos del exilio y participó en varias películas que tienen como línea argumental, la dictadura militar argentina. Entre sus muchas actividades dedica su tiempo en forma preferencial a la tarea de transmitir la Memoria en los colegios a los jóvenes, difundiendo un mensaje esperanzador en la búsqueda de la verdad y la justicia.

 

La historia puede repetirse, pero el secreto para que no pase es el siguiente: nunca ser indiferentes y estar preparados para poder reaccionar a tiempo, Vera Jarach.

 

 

LA HISTORIA DE VERA

Vera nació en Italia y siendo pequeña sufrió las consecuencias de la violencia e intolerancia fascista, debiendo su familia emigrar a Argentina. Aquí pudo crecer, estudiar y desarrollarse personal y profesionalmente.

Me llamo Vera Vigevani de Jarach, soy italiana nacida en Milán. Vine a la Argentina en 1939 después de las leyes raciales de Mussolini. Yo soy judía-italiana. Una pequeña cantidad de judíos- italianos se refugió en la Argentina.

Yo tuve muchísima suerte en mi vida porque tuve un compañero fantástico. Me casé muy joven con Jorge Jarach que también era italiano. Durante muchos años no tuvimos hijos, por eso cuando decidimos tenerlos estábamos muy entusiasmados con la idea de ser padres. Nuestra hija Franca nació el 19 de diciembre de 1957. Llegó a nuestro hogar, siendo muy esperada, después de ocho años de matrimonio, en una familia de la burguesía –más o menos intelectuales–, mi esposo ingeniero, yo periodista, por lo cual desde el principio fue una niña muy adorada y que tuvo muchas posibilidades de aprender y gozar de la vida. Creo que fuimos padres muy compañeros de nuestra hija, fue hija única y constituimos un trío que tuvo características muy peculiares. Los tres éramos muy amantes de la montaña –nosotros dos, sobre todo– ya que nuestros orígenes tanos corresponden a lugares de montaña. Fuimos campamenteros desde siempre, también con Franca y también con sus amigos.

La alegría de Vera de esos tiempos se vio opacada por la violencia del Terrorismo de Estado. El 25 de junio de 1976 su hija Franca fue secuestrada en la vía pública. No se tienen datos exactos ni del lugar ni de las circunstancias del hecho.

El 25 de junio era viernes y nosotros habíamos ido a Tigre, a pasar el fin de semana, como lo hacíamos, generalmente. El novio de Franca nos avisa y a partir de ese momento empieza nuestra búsqueda.

Tuvieron que pasar muchos años para que Vera pudiera reconstruir el destino de Franca.

Mi hija Franca tenía 18 años cuando fue secuestrada y desaparecida. Yo supe su destino, el lugar donde la llevaron, hace muy pocos años. Mi marido no lo supo, falleció ya hace muchos años, en 1991. Hasta entonces sólo había versiones nunca comprobadas y, finalmente, supe que su destino fue la ESMA. Una persona que la conocía, que colabora mucho con los antropólogos forenses y que se decidió a hablar, me dijo que la había visto allí, que pudo hablar con ella, me contó algunas cosas. Así que yo de golpe tuve algunos datos y fue buenísimo poder contar con ellos porque la incertidumbre, no saber, es lo peor. Supe que duró muy poco en ese lugar, duró menos de un mes. Cuando terminó el secundario, una de las actividades que realizaba era ir una vez por semana a un taller gráfico donde aprendía. Creemos que la secuestran en un café que se llama Exedra, en Córdoba y Carlos Pellegrini. Ella llama por teléfono a su novio diciendo que había perdido su cartera y sus documentos y que va a procurar encontrarlos, esto es lo último que aparece antes del secuestro. Lo que supimos después es que el 25 de junio y en los días cercanos, fue secuestrado un grupo de cinco personas que compartían con Franca la pertenencia a un pequeño grupo sindical de gráficos.

En la ESMA ella no estuvo en “capucha”, ni en “capuchita” sino en el sótano y como necesitaban lugar porque seguían entrando centenares de nuevos secuestrados, empezaron los vuelos de la muerte. Hay cruces de fechas que lo demuestran, esto de la entrada y del asesinato de los que estaban. La otra cosa que supe y que fue muy importante para mí fue saber que en ese momento no tenían miedo, no sabían qué podía pasarles. En cambio la gente que secuestraron después sí lo sabía. La persona que la vio y que habló con ella me dijo que en ese momento pensaban dos posibilidades: una de ser legitimados, pasados al Poder Ejecutivo y la otra de ser liberados. Nadie, en ese momento, pensaba lo peor. Todos fueron torturados al empezar pero el miedo del destino final no lo tenían. Y en el caso de Franca, una mujer que estuvo detenida con ella me dijo que estaba entera y que hasta tenía sentido del humor. Decía que ella que era gordita no necesitaría hacer un régimen para tener buena silueta porque ahí no les daban casi nada de comer. Había ánimo todavía de hacer chistes, todos los que estaban ahí en ese momento estaban enteros.

A partir del momento en que Vera y su marido toman conocimiento de la desaparición de Franca, comienza la incansable búsqueda de su hija tanto en el ámbito nacional como internacional.

 

EL RECUERDO DE FRANCA

Como todas las Madres, Vera recuerda con orgullo a su hija desde la plenitud de su juventud, con los sueños, proyectos e ideales propios de una generación que se comprometía con la sociedad y con su tiempo.

Evidentemente una mamá es siempre parcial, pero yo no creo serlo mucho si digo que fue una niña excepcional y una adolescente verdaderamente maravillosa, que hubiera aportado mucho a la sociedad, y desde luego, a sí misma y a su familia. Desde muy niña, demostró tener distintos tipos de posibilidades, potencialidades, creatividad. Cuando terminó sus estudios secundarios hubiera podido optar por el teatro –ya que había estudiado algo de teatro–, la música –porque hacía música–, las letras –porque escribía–, pero lo que había escogido era Ciencias de la Educación, al menos por las últimas conversaciones que tuvimos. Ella estaba convencida, y lo repetía en forma constante, que para cambiar el mundo había que partir de la educación. Era una chica apasionadísima, sedienta de conocimientos, era una alumna excepcional –fue abanderada del

Colegio Nacional Buenos Aires, con un promedio casi de 10– pero también participaba de las asambleas, mesas de trabajo, tomas del colegio, era delegada en el centro de estudiantes. Todo lo que significaba participación y, en cierta manera, rebelión, dejando de lado el sólo meterse en los libros para acompañarlo con la acción.

Franca era una chica muy alegre, sensible, pero que podía pasar a momentos de gran tristeza. Era muy solidaria y había entendido perfectamente que este mundo, con tantas injusticias, no era una condena eterna sino que esa realidad podía cambiarse. Esperaba esa transformación y luchó por ello, poco tiempo porque su vida fue cortada. Franca estaba convencida de esto, como lo sigo estando yo. Acepto que no se puede ser del todo optimista pero creo que hay posibilidades siempre de mejorar las cosas y que vale la pena tratar de hacerlo. Creo que también podría haber sido una buena abogada porque era amante de la justicia, desde muy pequeña marcaba el sentido de la justicia en muchas cosas.

¿A qué colegios fue Franca?

La escuela primaria la cursó en Granadero y San Martín, cerca de nuestra casa, en la zona del hipódromo. Era un colegio muy lindo, que había pertenecido al Jockey Club y que luego pasó    al Estado. Allí también fue abanderada y se destacaba en los estudios y en la participación. El secundario lo hizo en el Colegio Nacional Buenos Aires. Es un colegio atípico, digamos, de elite, pero liga a sus alumnos para toda la vida. Además, hay otra cuestión que me liga particularmente a ese colegio, ya que cuando me tocó a mí pasar a un secundario en la Argentina, mi padre quería que yo fuera al Colegio Nacional de Buenos Aires y no fue posible porque era solamente para varones. Las cosas de la vida hicieron que, de todos modos, ese fuera mi colegio luego ya que estoy constantemente trabajando allí con el tema de la Memoria.

¿Qué otras cosas le gustaba hacer?

Hacía teatro, escribía y además pintaba. Mi marido era ingeniero pero tenía gran vocación por la pintura así que Franca empezó a dibujar y pintar de muy chica, mi marido le enseñó mucho. También amaba muchísimo la música. Desde chica fue al Collegium Musicum, tocaba muy bien la flauta dulce y también la flauta traversa.

¿Qué tipo de música le gustaba? ¿Qué cosas le gustaba leer?

La música clásica le gustaba muchísimo, pero también le gustaba la música que había en ese momento. Rock nacional, Almendra. Los Beatles eran el sumum. Y leía muchísimo, en mi casa se hablaba italiano con ella, así que tenía una buena cultura italiana. Su abuela, le hizo leer los clásicos italianos. Nunca pensamos en mandarla a un colegio italiano porque no queríamos que fuera a una escuela separada del resto de la sociedad y además considerábamos que tenía que ser argentina.

¿Qué anécdotas nos puede contar de su hija?

Franca a los once, doce años ya leía los diarios todos los días. Había discusiones y ella siempre tenía conciencia de lo que eran los problemas del mundo y de que había posibilidades de cambiar las cosas, tenía un gran espíritu crítico. Nada le venía del todo bien y eso se vio cuando empezó la militancia en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Ella, al principio, participaba de varias cosas pero no adhería a ningún sector aunque al final formó parte de la Unión de Estudiantes Secundarios, pese a que no era peronista de alma, nosotros no lo éramos.

Les cuento otra anécdota que da una idea de ella y de la familia. Primer año, el profesor de matemática llama a mi marido porque quiere hablar con él. Jorge se preguntaba qué pasaría para que un profesor lo llame. Va y el profesor le dice: “Mire, tengo que decirle que su hija es una excelente alumna pero hace una cosa que no puedo permitir. Cuando ella termina los problemas, le está soplando a todos los compañeros y eso no puede ser”. Lo hacía porque tenía ese espíritu de compañerismo. Entonces, mi marido le dice: “Mire profesor, yo no le voy a decir absolutamente nada a mi hija, porque yo le enseñé a ser solidaria. No le voy a decir nada, pero le hago una sugerencia a usted. Cuando vea que termine, si quiere mándela afuera. Yo no le voy a decir”.

¿Estaba enamorada?

Mi hija era muy apasionada. Tuvo dos novios, que siguen siendo como hijos para mí. Uno vive en España, se casó y estamos siempre en relación, y el otro vive en la Argentina, también se casó. El de España es un fotógrafo, trabaja en Reuters, y ha hecho una cosa excepcional también porque cuando se creó la CONADEP (la Comisión Nacional sobre Desaparecidos, que se creó con el primer gobierno democrático) y comenzaron las inspecciones en aquellos lugares donde hubo prisioneros clandestinos, él se ofreció como fotógrafo y fue a todos esos lugares. Él era el novio en el momento en que la secuestraron, fue muy doloroso para él pero lo hizo. Hay toda una colección de fotos que pasaron después a Memoria Abierta y hay una muestra que se hace cada tanto que se llama “Nunca más”, donde están las fotos que hizo este muchacho junto a otros fotógrafos. Son personas que forman parte de mi familia. Yo no tengo otros hijos, ni nietos por supuesto, pero tengo nietos adoptivos.

¿Tenía muchos amigos?

Sí, Franca tuvo muchos amigos, que venían a casa, que venían con nosotros al Tigre, a la montaña, a todos lados. Ella era una figura que aglutinaba, esa es la palabra. Yo lo descubro hasta ahora, con personas que no conozco. Cada tanto me llama alguien que la conocía, que me dice esto, los profesores también, se hizo muy amiga de algunos profesores que después se exiliaron. Muchos de sus amigos siguen siendo amigos míos. Te doy un ejemplo, pero vale por todos: su amiga íntima, la amiga del corazón y de la militancia también, es Ana Gelar, compañera del Colegio Nacional Buenos Aires. Ana se exilió después de que se llevaron a Franca. Todo su grupito de amigas, cuando desapareció Franca se fueron y, de esa forma, se salvaron, por suerte. Estuvo en España muchos años y después volvió a la Argentina. En cierto momento en el Colegio se rememoró todo, en el 96 hubo un acto muy importante y se volvieron a juntar los alumnos y algunos docentes. Desde que volvió, vive a pocas cuadras de mi casa y junto a Betty Ruiz –que era del Carlos Pellegrini–, hicimos un libro sobre los chicos del exilio. Fue una cosa muy especial porque no habían hablado nunca estos chicos, los adolescentes y no fue fácil romper el silencio. Hubo catarsis, hubo lágrimas en muchas entrevistas. Y bueno, ella es como si fuera una hija mía. Las veo constantemente, estamos siempre juntas y de la misma manera con otros amigos de Franca.

 

LOS IDEALES DE FRANCA

Lugar

A la mañana paso

cerca de un sitio rodeado de muros altos grises tristes sucios

de carteles, de vote lista azul un día miro adentro

es una villa miseria.

Gente

más gente.

Vestida de tela barata desnuda de felicidad

Una chica me ofrece limones “cien la docena, cómpreme”. Tiene trece años, más o menos mi edad.

Un almacén ruinoso, con ratas, con suciedad con microbios funestos.

Es un sitio rodeado de muros sucios de crímenes humanos que son sólo los nuestros.

Franca Jarach.

 

Ya de pequeña, Franca mostraba su sensibilidad social y desarrollaba sus ideales por una sociedad más justa e igualitaria.

Franca tuvo una militancia dentro de un colegio muy politizado, en el que alternaron períodos de grandes restricciones con otros de libertad y gran democracia. Fue en éste en el que Franca y sus compañeros tuvieron oportunidad de participar en proyectos de transformación dentro del colegio. El sueño o la utopía era que todas las ventajas que estos estudiantes tenían por su origen social y el tipo de educación que recibían pudiesen llegar a todo el pueblo.

Por ejemplo, hubo una toma del colegio en defensa del rector, en la que Franca participó, que para ellos fue una gesta. Y es interesante la reacción que hubo en mi casa porque el padre de Franca estaba asustado y decía: “Vos no tenés que hacer la toma, es peligrosa”. Él también en su época había sido un militante contra Perón, en toma de universidades, y estuvo cinco o seis días en (la cárcel de) Villa Devoto. Entonces le dice: “Papá, vos también estuviste en tomas y siempre lo contás, de la misma manera ahora lo hago yo”. Argumento perfecto, nadie le pudo decir absolutamente nada. Finalmente, el papá lo aceptó, era lógico que participara en la toma pese a los eventuales peligros, en ese momento no fue tan grave aunque después sí. Franca hacía valer sus ideas: en otra oportunidad, era ya al final, ella junto a otros compañeros participaron de una asamblea prohibida por lo que fueron suspendidos, prácticamente echados, del colegio. Después los reintegraron y todos entraron al colegio pero ella dijo: “Yo no vuelvo a este colegio”. La habían ofendido. Y dio libre en el Liceo Nº 9, casi sin prepararse los diez exámenes y le fue bárbaro. También figura como desaparecida en ese colegio. Esta era su personalidad y estaba muy convencida, como todos los militantes de esa época, de que se podía lograr ese cambio, era un proyecto de toda la juventud, era más que una esperanza. Su militancia posterior fue muy corta, de pocos meses. Ella desaparece el 25 de junio de 1976.

¿Cuáles eran sus ideales?

Ella creía que el mundo se podía cambiar por uno más justo. Lo mismo que pienso yo en la actualidad aunque por otras vías. La democracia no será perfecta pero da la posibilidad de participar, de actuar, se pueden lograr cosas pacíficamente.

 

SU BÚSQUEDA

Franca desaparece el 25 de junio de 1976 e inmediatamente comienza su búsqueda que tuvo como punto de partida el Taller Gráfico donde Franca trabajaba y llegó a diferentes esferas del ámbito internacional.

Uno de los primeros lugares donde fue mi marido, era a ese taller para ver si sabían algo pero no sabían nada. La búsqueda tiene una historia similar a todas pero en nuestro caso fue así: primero a la policía por búsqueda de paradero, también hospitales inclusive la morgue y después empiezan los pasos a nivel nacional oficial, en el Ministerio del Interior, el Primer Cuerpo de Ejército, la Marina, a nivel internacional Amnesty Internacional, la Cruz Roja, la OEA, senadores y diputados de los Estados Unidos –era la época de Jimmy Carter–, la Embajada norteamericana y, en nuestro caso, la Embajada italiana, en la que al principio no hubo una buena acogida. Las puertas de la Embajada estaban prácticamente cerradas pese a ello nosotros pudimos entrar   y contamos con una persona que nos recibió y que trató de ayudarnos, pero, básicamente, nos daba cartas o nos vinculaba con personas de la Iglesia, desde pequeños curas vinculados con los militares hasta las autoridades eclesiásticas y, por supuesto, el nuncio apostólico. Yo me moví por el lado italiano, estuve dos veces con el presidente Sandro Pertini, que estuvo dos veces con el Papa. También mi marido fue a la DAIA y a la Embajada de Israel. Todos prometían, todos decían buenas palabras y nada pasó, como en todos los casos.

La nacionalidad italiana y su trabajo como periodista para una agencia italiana le permitió a Vera alcanzar otros espacios y llevar su reclamo a otros ámbitos. Su búsqueda solitaria de los comienzos, poco a poco se fue transformando en una búsqueda colectiva.

Antes de ir a la Embajada Italiana habíamos hecho otros intentos: por ejemplo, me llamó un amigo desde Italia, director de un diario, y nos preguntó si habíamos ido al CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales). Yo le pregunté qué era el CELS y él desde Italia lo sabía. Fuimos a hablar con Mignone en el CELS y también nos dirigimos a todos los organismos de derechos humanos del país y a nivel internacional, a través de amigos, que nos trataron de ayudar desde otros países. Yo como trabajaba en ANSA, la agencia de noticias italiana, iba a todas las conferencias de prensa extranjeras con cartas para los militares, para los eclesiásticos, imploraba. Estuve en Italia, fui a reuniones, conocí a Primo Levi, en fin, tuvimos mucha solidaridad y en el país tuvimos una cosa muy importante que fue conocer a las personas que estaban en nuestra misma situación. Se creó una especie de hermandad entre nosotros.

¿En ese tiempo nunca tuvo ninguna noticia de ella?

¡Sí! Falta lo más importante que es un llamado de Franca. Quince días después de su desaparición, estábamos en casa con mucha gente que se solidarizaba con nosotros y suena el teléfono, mi marido atiende y es ella. Franca dice: “Papá, estoy detenida en Seguridad Federal”. No era verdad, a la luz de lo que supe después. “Me dan comida, me dan abrigo y me dan medicinas si las necesito”. El papá le pregunta: “Franca decime ¿cuándo te tengo que ir a buscar?”. Entonces ella dice: “papá tengo que hablarte en castellano –porque nosotros hablábamos en italiano en casa–, te van a avisar”. Y después dice: “¿Cómo está mamá; como está mi novio? Nos vamos a ver pronto”. Y termina la comunicación. Esta es la última vez que escuchamos la voz de mi hija, lo tengo grabado, ya que en ese momento ya teníamos un equipo para grabar. Estos eran llamados para confundir a las familias y para que no siguiéramos buscando pero eso lo entendimos mucho tiempo después, en ese momento realmente pensábamos con mi marido: “bueno, nos van a avisar”.

Pero la espera se volvió indefinida. Franca aún permanece desaparecida.

 

EDUCAR EN LA MEMORIA

Para Vera es muy importante la tarea educativa de transmitir la Memoria. Es por eso que recorre las escuelas contando su historia cada vez que se lo requieren.

¿Por qué y para qué sirve transmitir la Memoria en las escuelas?

Esa es una pregunta clave. Si no creyera en eso, no haría lo que hago. Es mi empeño mayor. Creo que la Memoria como tal es una de las principales fuentes históricas –aunque haya también otras–. Nuestra memoria puede ser parcial pero aporta y queremos que sirva a futuro. Cuando decimos “Nunca más” es porque creemos que, aunque no sea una garantía, el “Nunca más” da la posibilidad de conocer lo que pasó, de conocer ciertos síntomas, de conocer ciertas situaciones que preceden las dictaduras, de peligro, de sistemas totalitarios. Estamos tratando de inducir a no ser nunca indiferentes, dejar de lado el “no te metás”, ser activos y, puesto que yo confío en estos canales posibles, les pido a todos que los utilicen y eviten que las historias   se repitan. Está demostrado que las historias no serán nunca iguales, pero muchas veces se repiten, desgraciadamente. Mi propia historia lo demuestra: mi abuelo que se quedó en Italia, no quiso venir, decía que “no le iba a pasar nada”. Y fue deportado a Auschwitz. No hay tumba, no hay cuerpo, no hay nada. Y después de muchos años, a mi hija le pasó lo mismo: secuestrada, torturada, asesinada, desaparecida. Hay muchos ejemplos en la historia de repetición.

¿Qué rol cree que debe jugar la educación para que las historias no se repitan?

Su rol es fundamental. Por ejemplo, desde hace un tiempo es obligatorio en los colegios recordar ciertas fechas: el 24 de marzo como el día del Golpe Militar; el 16 de septiembre, como el día en que se recuerda la Noche de los Lápices; y otras. Esos son motores, pero no basta, porque tendrían que complementarse con talleres, con visitas especiales, con distintas actividades – cosa que hacen en algunos colegios–. Entiendo que el trabajo que realizamos sobre Memoria permite vincular a los chicos de hoy con las historias familiares, con las historias de estos jóvenes, saber quiénes eran y por qué luchaban. Ni subversivos, ni asesinos como querían mostrarlos nuestros enemigos. Tampoco héroes: eran chicos, como todos, alegres, apasionados, con sus potencialidades, con sus defectos. Eran personas que, en cierto momento, entendieron que había que luchar por sus ideas, por las posibilidades de mejorar el mundo, se abrió un camino. Hubo una tragedia, una dictadura que truncó esas vidas, pero los caminos están. Y recuperar estas historias de vida es fundamental. Desde mi experiencia, estamos llevando adelante un intercambio entre un Liceo de una universidad italiana de Ferrara y el Nacional Buenos Aires. Vinieron varios grupos de chicos, de Roma, y luego van a ir chicos argentinos. Intercambian las historias de los dos países, de los dos colegios, pero esencialmente se ocupan de derechos humanos. Y dentro del tema de los derechos humanos enfocamos uno en particular que es el tema de las inmigraciones y exilios. No solamente la historia de las inmigraciones de los italianos en la Argentina o los argentinos   a Italia por razones económicas o políticas, sino desde el punto de vista de qué sucede cuando estas inmigraciones son atacadas y surgen los racismos, las discriminaciones. Todas estas cosas que están sucediendo, que sucedieron en el pasado y que suceden ahora. Allá en Italia sucede en este momento y es un desastre y acá sucede también con los inmigrantes que vienen de los países más pobres. El mundo es uno y cuando la gente emigra –y no es fácil emigrar porque queda rastro para toda la vida– hay que ayudarlos, no echarlos ni tratarlos mal.

¿Cuál debería ser el rol de los docentes con el tema de la memoria?

El rol es convocar la Memoria, por un lado, con los que la pueden aportar y en nuestro caso será mientras estemos vivos. La memoria también está en los documentos, está en los libros, está en las películas. Hay mucho material sobre la memoria, pero no basta. Esa memoria debe servir para que las cosas no se repitan y para mostrar que ciertos caminos, esos cambios que soñaron, están ahí. Están pendientes. Cada docente debe encontrar su vía, sabe cómo enseñar y puede inventar formas nuevas, desde el teatro, el arte. El docente sabe, tiene su profesión en la mano. Yo no se la puedo sugerir, no soy docente, yo soy periodista. Volviendo al intercambio que mencioné antes, al grupo que vino fui yo quien los llevé a la ESMA y al Parque de la Memoria. Eran adolescentes de 16, 17 años y se sintieron muy fuertemente tocados. En la ESMA por la tristeza de entender lo que había pasado allí pero en el Parque entendieron la importancia de esos nombres inscriptos que demuestran lo que siempre hemos dicho, de cuántos miles y miles fueron las víctimas y de que eso para siempre va a ser recordado con posibilidades de reflexionar, de discutir, de hablar y de actuar.

¿Cree que desde el Estado se está trabajando el tema de la memoria como se debiera?

A mí me parece que se está haciendo bastante. Digo también que nosotros, los organismos de Derechos Humanos, tenemos nuestra responsabilidad y hacemos lo que podemos. Creo que se está haciendo bastante. La ESMA, por ejemplo, es una potencialidad, o el Parque de la Memoria, que nació –de alguna manera– desde el Nacional Buenos Aires. Cuando se puso una placa escultura con los nombres de los desaparecidos, Marcelo Brodsky, que es un ex alumno, fotógrafo, me llamó por teléfono y nos reunimos en su estudio cuatro o cinco personas. Y él propuso que si bien había lugares, universidades, colegios, donde estaban escritos parte de unos grupos de desaparecidos, era necesario un espacio que representara a todo el país. Él decía que tenía que ser asociando al arte como expresión. Yo dije: “Si es la ciudad, que sea junto al río”.

Bueno, ahí nació esta idea, se llevó a los organismos y se hizo un proyectito, que fue entregado el primer día que se reunía la nueva Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fue así como se convirtió en un proyecto de ley, se votó, se aprobó y así nació el Parque. Ya tiene 12 años, con grandes dificultades siempre, porque nada es fácil.

¿Qué sintió cuando vio la placa recordatoria del Parque de la Memoria?

Fue muy fuerte. Para todas las madres fue muy fuerte eso, pero lo necesitábamos. Necesitábamos que estuvieran esos nombres, que a nosotras nos causan un impacto emocional muy fuerte pero que sabemos que ese mismo impacto fuertísimo siente quien lo visita, verlos todos juntos, y eso hace reflexionar. Para mí ese Parque es algo vital y ojalá que dentro de 50, 100 años, todavía tenga este sentido profundo que yo le asigno. En la mayoría no hay tumbas, no hay posibilidad de tumbas, el epitafio a veces no dice más que fecha de nacimiento y fecha de muerte pero a veces dice alguna frase. Los epitafios son la constatación de la muerte, es la realidad de la muerte. Y es muy necesario, en el caso de los desaparecidos, tener esa realidad. La inscripción en piedra es como la inscripción de la tumba, aunque claro que no es lo mismo. Tiene más fuerza aún porque son miles y miles. Y demuestran un hecho histórico, te muestran lo que fue el terrorismo de Estado. Antes de que existiera el Parque nosotros hacíamos actos ecuménicos arrojando flores al río, pero hoy se hace ahí. La importancia de la cercanía del río, todo se conjuga ahí.

 

PALABRAS FINALES

Con su infinita sabiduría, Vera expresa este mensaje final para los jóvenes:

Mi testimonio es como un mensaje que puede dar una abuela: Sigan siempre adelante. Sueñen, porque no es malo soñar. Proyecten, porque es bueno proyectar. Únanse, porque es bueno estar unidos en todas las cosas. La amistad es uno de los dones más grandes de nuestra vida, la otra es la libertad y la otra es la solidaridad. Todas estas cosas juntas pueden hacer que una vida tenga un largo desarrollo, tenga verdaderamente un sentido.

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